El Reino del Sol Naciente y los dos primos (1)

TOKYO, JAPAN - DECEMBER 1: (L - R) Crown Prince Naruhito, Princess Aiko and Crown Princess Masako smile as they pass by in a car upon their arrival at the Imperial Palace to greet Emperor and Empress, on Princess Aiko's 4th birthday on December 1, 2005 in Tokyo, Japan. (Photo by Junko Kimura/Getty Images)Image Hosted by ImageShack.us
La princesa Aiko junto a sus padres, Naruhito y Masako. A la derecha, el príncipe Hisahito.


Fascinación es la palabra que puede definir el sentimiento con el que siempre abordo las cuestiones relativas a la Familia Imperial Japonesa. La monarquía del llamado “País del Sol Naciente” puede ser considerada como la más antigua de cuantas se mantienen en el trono en la actualidad. La sucesión hasta ahora no ha presentado grandes problemas, si bien la descendencia del actual Emperador, Akihito, se enfrenta a una curiosa circunstanci. El príncipe heredero Naruhito sólo tiene una hija, Aiko, pero las mujeres están apartadas del trono. Por su parte, su segundo hijo, Akishino, sí que es padre de un varón, el pequeño príncipe Hisahito. Por tanto, este pequeño sucedería a su tío en el caso de que Naruhito no engendrase en el futuro a un varón. Algo casi descartado, dada la edad de su esposa, la princesa Masako.

Pero todo este argumentarlo tiene más aderezos interesantes de los que parecen. En primer lugar, el hecho de que la princesa Aiko no pueda algún día suceder a su padre Naruhito. Desde nuestra mente occidental no podemos entender este hecho. En Europa, las mujeres pueden reinar y, en todo caso, algunas monarquías presentan en las leyes de sucesión características “semisálicas”, como en el caso de España e Inglaterra. En estos países el varón tiene preferencia, pero si no hay sucesión masculina la mujer puede reinar sin problemas. En Japón, la mujer queda totalmente descartada e incluso si una princesa real se casa con un plebeyo queda “degradada” y pasa a formar parte de la familia de su marido, quedando borrada su pertenencia a la Familia Imperial. El último caso en este sentido ha sido el de la princesa Sayako, hija del actual emperador. Conocida popularmente por los japoneses como “Nori”, Sayako contrajo matrimonio hace unos años con el plebeyo Yoshiki Kuroda, un funcionario del Ayuntamiento de Tokio amigo de Naruhito. Al ser una boda desigual, la celebración tuvo que realizarse en un hotel y no en el Palacio Imperial. Además, la novia, que pasó a integrarse en la familia Kuroda, recibió “cursillos” de ama de casa, prácticas para conducir un coche y mociones para desenvolverse en la calle. Todas ellas cuestiones a las que la princesa no estaba acostumbrada, aunque a nosotros nos parezca inverosímil.

Y es que todas estas circunstancias relacionadas con la mujer en la realeza japonesa tienen bastante relación con el estatus en general que el género femenino nipón tiene en su sociedad. A pesar de parecer en apariencia una sociedad avanzada, si me apuran el país más moderno con su tecnología y sus máquinas, Japón es para, depende qué cosas, uno de los países con costumbres ancestrales más arraigadas del mundo. Y el papel sumiso de la mujer respecto al hombre no es más que una de ellas, y quizás la que menos entendemos los occidentales, sobre todo los que tenemos amigas japonesas… En este sentido, puede entenderse no sólo el hecho de que Aiko no pueda reinar, sino la enfermedad que padece su madre, la princesa Masako.

Masako Owada era una brillante diplomática, educada en las más importantes universidades del mundo y que, tras años de reticencias, aceptó casarse con el actual príncipe heredero de Japón, Naruhito, que mostró mucha perseverancia hasta conseguir que ella aceptara. Cosa nada rara, debido a que debía renunciar a una vida de mujer moderna, acostumbrada a viajes constantes, para entrar a formar parte de una corte rigidísima. Siempre debe cambinar por detrás de su marido y su principal función debía ser dar herederos a la dinastía del trono del Crisantemo. Acostumbrarse a todo ello y sólo haber podido tener una hija le han procurado una singular enfermedad por la que permanece apartada de las actividades oficiales desde hace años. De la enfermedad a ciencia cierta no se tienen detalles, pero no es difícil adivinar el trastorno que para ella habrá supuesto su cambio de vida, por muy princesa heredera que sea, y la presión para engendrar hijos varones ha sido la guinda.

Perder su libertad e independencia para pasar a estar permanentemente controlada en una corte tan rígida es un trago por el que tuvo ya que pasar la actual emperatriz, Michiko Soda. No en vano, fue la primera plebeya en entrar a formar parte de la Familia Imperial. La bellísima Michiko conoció a su marido, el emperador Akihito, jugando al tenis. Y es que el actual emperador ha marcado varios hitos en el trono del Crisantemo. Ha sido además el primer emperador en no ser considerado una divinidad –su padre, Hiro-Hito, sí que lo fue, al menos hasta perder la Segundad Guerra Mundial- y el primero en ser instruido en las costumbres occidentales por institutrices. Su esposa, la plebeya Michiko, también presentó ciertos síntomas de enfermedad cuando entró a vivir en la Corte japonesa. Incluso llegó a tener afasia, una pérdida de la voz que –cuenta la leyenda- le fue provocada por la presión que sobre ella ejerció su suegra la emperatriz Nagako, que sí pertenecía a la aristocracia y la Corte. Es muy evidente que la rígida corte japonesa y la forma de entender el papel de la mujer en la sociedad han tenido y tienen bastante que ver con el sufrimiento de estas integrantes de la Familia Imperial. De otra forma, no se entendería que estos problemas se planteasen más de una vez.

(Continuará)

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