El porqué de mi nombre

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Hace tiempo que quiero contar la historia de la princesa italiana a la que debo mi “nombre”. Supongo que muchos lo sabrán, pero a mi me sigue resultando triste y fascinante. Mafalda de Saboya era la segunda hija del Rey Víctor Manuel III de Italia y la Reina Elena, nacida princesa de Montenegro. Nació en 1902 en Roma y con 21 años se casó con el príncipe alemán Felipe de Hesse, heredero de ese antiguo reino germano. Al margen de que corrieron rumores en la época sobre la bisexualidad de su marido, lo cierto es que los males de Mafalda no iban a proceder de esta cuestión sino de la connivencia de su padre con Mussolini y de la de su marido con Hitler. Ciertamente hay fotos que muestran a Mafalda con su marido y Hitler, éstos con la cruz gamada en el brazo, durante la toma de posesión del príncipe como gobernador de Hesse-Kassell. Pero con ellos, como con tantos príncipes y reyes de la época, ocurrió que fueron usados para los intereses nazis mientras fueron útiles, para luego ser defenestrados. Y pobre del que no se prestase a los juegos de Hitler. Por supuesto que otros sátrapas se sentían identificados con las ideas nazis, pero hay que recordar que el Führer ganó las elecciones y que muchos militares, funcionarios y otros “trabajadores” del régimen no tuvieron otra posibilidad –en los primeros momentos– que trabajar para y con el mismo.

En este contexto encontramos a la princesa Mafalda y a su marido Felipe pasando también largas temporadas en una villa italiana con sus ya cuatro hijos: Mauricio (el actual Landgrave, título del portador de los derechos dinásticos de Hesse), Enrique, Otto e Isabel. El príncipe, como miembro del Partido Nazi y por su relación familiar con Italia, aprovecha para hacer de intermediario entre Hitler y los fascistas italianos. Son una familia feliz y las imágenes que tenemos de la princesa nos muestran que era muy atractiva, bastante parecida a su hermano Umberto II, que sería el último Rey de Italia. Pero los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial cambiaron todo.

Cuando Víctor Manuel III destituye a Mussolini y firma el armisticio con los aliados, los Saboya firman también su sentencia respecto al régimen nazi. Italia se negó a colaborar con los alemanes tras su rendición a las potencias aliadas y los nazis deciden proceder a la detención de toda la familia. Pero Mafalda se creía al margen de este peligro por estar casada con un alemán y además perteneciente al nazismo. Por eso fue ella la que decidió ir a Bulgaria por la muerte de su cuñado el Rey Boris III, marido de su hermana Juana y padre del Rey Simeón en representación de la familia (para otra entrada dejaremos la historia de la extraña muerte de este Rey, acaecida tras una reunión con Hitler). Mientras Mafalda permanece en Bulgaria –estamos en el año 1943– los Saboya huyen al sur de Italia. Los alemanes han entrado en Roma y el marido de Mafalda, Felipe, es llamado por Hitler a Berlín. Puesto que los hijos de ambos podrían quedar desprotegidos, son llevados por la familia –en ausencia de sus padres– al Vaticano, donde permenecen seguros.

Hasta que no regresa de Bulgaria, la princesa Mafalda no tiene verdadero conocimiento de lo que está sucediendo. Aunque las versiones sobre lo que ocurrió a partir de este momento varían en algunos detalles, a grandes rasgos se sabe que Hitler personificó en esta princesa la venganza contra su familia. El propio Himmler ordenó al coronel Herbert Kappler su secuestro en Roma. Para conseguirlo se le hizo llamar desde la embajada alemana bajo el engaño de que su marido la llamaría telefónicamente allí (cosa que no extrañó a Mafalda, dadas las complicadas comunicaciones durante la guerra). Por supuesto, la llamada nunca se produjo y, aunque ella nunca lo supo, su marido estaba encerrado en el campo de concentración de Flossenburg. También era considerado traidor.
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Mafalda de Saboya-Hesse fue sometida a intensas semanas de interrogatorios y trasladada a Berlín, tras un paso por Munich. Le hicieron creer que su marido estaba bajo arresto domiciliario, pero ella siempre vivió con la certeza de que estaba muerto, porque sólo así encontraba explicación al hecho de no saber nada de Felipe de Hesse y que no hiciera nada por ella. Finalmente, Mafalda es internada en el campo de concentración de Buchenwald, donde permanecería once meses. En el campo, se le prohibió revelar su nombre mediante amenazas, y siempre llevó la misma ropa desde su detención en Roma. Se negó a comer y adelgazó mucho y muy rápidamente. Dedicó su tiempo a hacer muñecas para su hija y a escribir castas a sus familiares, aunque no podía enviarlas. Durante su cautiverio hizo amistad con la ciudadana alemana María Ruhnau, que estaba encarcelada por ser Testigo de Jehová. A ella le legó la única pertenencia valiosa que le quedaba a su muerte, un reloj con el que quería expresarle su gratitud.

Y es que los últimos días de la princesa Mafalda fueron algo más que penosos. Falleció en 1944, tras el bombardeo del campo de concentración. Al lado del barracón en el que se encontraba había una fábrica de municiones de los nazis y los presos fueron usados como escudos humanos. Sufrió una severa infección tras las heridas sufridas por el bombardeo, sin duda por la insalubridad del campo y la debilidad que ya sufría de por sí. Se le practicaron diversas amputaciones, pero finalmente falleció, a pesar de haber sido cuidada sin descanso por su compañera de barracón. Su familia no tuvo información sobre lo que había sucedido con ella hasta el final de la Guerra. Y se supo finalmente quién era gracias al testimonio de unos obreros italianos que repararon los barracones en los que se encontraba la princesa. A Mafalda le daba mucha alegría escucharlos hablar en italiano y por eso charlaba con ellos. Les hacía regalos y acabó contándoles quién era, a pesar del peligro que ello suponía para ella. Fueron los obreros los que contaron y dejaron testimonio de lo que le ocurrió a la princesa y probablemente fueron los que rescataron su cadáver del horno crematorio del campo de concentración. Esto permitió que tras la guerra su cuerpo fuera trasladado al Castillo de Kronberg, en Hesse, donde está enterrada.

El marido de Mafalda (o Muti, como la llamaba su familia), Felipe de Hesse, le sobrevivió hasta 1980. Los Saboya quedaron marcados para siempre y sólo permanecieron al frente de Italia hasta 1946, cuando se proclamó la República. De sus hijos, el más conocido para los españoles es el príncipe Mauricio, actual Landgrave de Hesse, quizá por su amistad con la Familia Real Española. La hija mayor de éste fue bautizada, como no podía ser de otra forma, como Mafalda, y con ella ha acudido a las bodas de nuestras infantas. Esta Mafalda de Hesse tiene además la singularidad de haber deshecho el camino de su abuela, pues siendo alemana, se marchó a Italia para casarse con un italiano y actualmente es relaciones públicas de Armani. Por otra parte, Kiril de Bulgaria, nieto de Juana de Saboya, Reina de Bulgaria y hermana de la malograda Mafalda, llamó a la mayor de las hijas que tuvo en su matrimonio con Rosario Nadal precisamente Mafalda.

Finalmente, no puedo resistirme a contar una pequeña historia que ciertamente produce escalofríos por lo predictiva que resulta respecto al fatal sino de nuestra princesa. Muchos años antes del fallecimiento de Mafalda, en 1927, naufragó en Brasil un barco de una importante compañía naviera italiana, que cubría la ruta a Buenos Aires, y donde iban muchos emigrantes italianos (¿recordáis Marco, la serie de dibujos animados?). El naufragio se produjo tras la rotura de la hélice, que a su vez partió el casco. Murieron 1.200 personas. La compañía naviera tenía la costumbre de llamar a sus barcos con nombres de la Familia Real Italiana. ¿Y cuál era el nombre de este barco? Sí, ese que todos pensáis: Princesa Mafalda.

5 comentarios:

  Anónimo

6 de febrero de 2011, 20:21

Nos gustaría saber por qué el heredero de la corona española es Príncipe de Asturias. Gracias

  Mafalda

1 de marzo de 2011, 23:29

El heredero a la sucesión en la Corona Española tiene como título principal el de Príncipe de Asturias porque así era llamado el heredero al trono de los reinos de Castilla y León. Con la reunión de los llamados reinos hispánicos, el heredero pasó a ser además Príncipe de Gerona o Girona (heredero a la Corona de Aragón), de Viana (heredero del Reino de Navarra) y demás...

Perdón por el retraso en la contestación, problemas informáticos ajenos a mí me han impedido hacerlo. Gracias por visitar mi blog y espero que te resulte interesante.

  Cristina Bilbao

15 de febrero de 2013, 1:11

Pues si q es triste la vida de esta mujer. Interesante sitio :)

  mariano

2 de abril de 2013, 18:01

hola ..me gustaria saber que paso con los hijos y la hija de la princesa Mafalda..Gracia..Saludos Mariano

  Anónimo

9 de junio de 2015, 10:59

He entrado por casualidad en esta página hoy... El título de Principe de Asturias era el título del heredero de Castilla y León por el hehco que la Reconquista empezó por don Pelayo en Asturias.




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