Ana de Inglaterra cumple 60 años

LICHFIELD, ENGLAND - SEPTEMBER 28:  Princess Anne, Princess Royal officially opens the new RAF Association Remembrance Garden at The National Memorial Arboretum on September 28, 2009 in Alrewas, near Lichfield, England.  The 50 metre-long garden features the RAF Association emblem- a stainless steel eagle sitting on top of the world.  The eagle is made up of over 1000 hand-forged feathers.  (Photo by Christopher Furlong/Getty Images) 30th May 1973:  Princess Anne only daughter and second child of Queen Elizabeth II and Prince Philip with her fiancee Lt Mark Phillips who rode for Britain in the Munich Olympics where he won a gold medal in the Equestrian Events.  (Photo by Fox Photos/Getty Images)

Tan discreta resulta su vida que ha pasado el tiempo inexorable y sin darnos cuenta Ana de Inglaterra, la Princesa Real, cumple estos días 60 años. Incluso está a unos meses de ser abuela por primera vez de su hijo Peter y hacer bisabuela –también por primera vez- a la Reina Isabel II.
De todos los hijos de su Graciosa Majestad es, probablemente, la que guarda mayor parecido con su madre. Aunque más que parecido físico (alguno tiene, aunque yo le encuentro bastante de su padre Felipe de Grecia y Dinamarca, Duque de Edimburgo) le encuentro parecido ‘aristocrático’, por así decirlo. De vieja escuela, su proceder es similar: poco accesible, distante, de apariencia poco amable y aspecto espartano; responden perfectamente al perfil de la aristocracia inglesa de toda la vida. Está apegada a las costumbres ancestrales del reino y permanece ajena a las modas y exhibiciones del lujo que se estilan entre los llamados ‘ricos nuevos’, e incluso entre algunos plebeyos que han entrado a formar parte de la realeza y aristocracia en los últimos años.


De traca resultó verla en la boda de Rose Gloucester hace no demasiado tiempo con el mismo traje que llevó en la boda de su hermano el Príncipe de Gales con Lady Diana Spencer. El mismo traje, sombrero y por tanto misma talla. Lo que decimos: nada cambia, aunque hayan pasado casi 30 años de aquel acontecimiento. Todo un símbolo y algo bueno o malo, según se mire, para una monarquía. Sobre todo si se lleva a otros aspectos de la institución, como hemos podido comprobar respecto a Isabel II. Porque muchas veces algunas cosas tienen que cambiar para que todo siga igual. Que se lo digan si no a la Reina de Inglaterra cuando tuvo que hacer lo que tuvo que hacer al morir Lady Di, ante el rechazo de su pueblo por su reacción de indiferencia por algo que se vivía como un duelo internacional y no sólo nacional.
Otra de las características que definen a la perfección a la verdadera aristocracia inglesa y que forma parte sin duda del proceder de Ana de Inglaterra es la discreción. Casi no se sabe nada de ella durante años a base de su proceder discretísimo. Aunque también como buena protestante, cuando algo trasciende de su vida suele rayar lo escandaloso a veces. Porque no me digan que no es protestante eso de presentar una imagen o perfil patológicamente discreto, hasta que un día te graban una conversación escatológica con tu amante como le ocurrió a su hermano Carlos. O algún criado respondón filtra unas cartas privadas de un novio-amante en las que se leen cosas sobre ti que no responden a la imagen que proyectas. Esta última cosa le ocurrió a ella, cuando andaba en la separación del Capitán Mark Phillips –hasta entonces su marido- y nadie imaginaba que mantuviera otra relación con un militar cercano a la Casa Real Inglesa, el que llegaría a ser su segundo y actual marido Tim Lawrence. Se sabe una práctica habitual entre la alta aristocracia inglesa el que cualquiera es amante de otro –dentro de un círculo- manteniendo a pesar de todo las buenas maneras y la amistad. Al menos de cara a la galería. A veces estos “intercambios” se llevan a la oficialización con divorcios y nuevas bodas, como en los casos de Carlos de Gales y Camilla Parker-Bowles. Pero otras muchas veces los matrimonios se mantienen, aunque cada uno haga su vida independiente. Algo que sin duda nunca entendió Diana de Gales, a pesar de provenir de la más rancia aristocracia inglesa y por tanto conocer algunas de sus costumbres. Quizá por esto la Casa Real Inglesa nunca comprendió del todo porqué Diana mostraba pesar por la relación de Carlos con Camilla. Y quizá también subestimó los alcances negativos de tal pesar sobre la propia monarquía, pensando que el tiempo la haría comprender que lo que le pasaba era algo “normal”.
Pero volviendo a la Princesa Real, no quiero dejar pasar por alto dos cuestiones. La primera de ellas es algo que también la une a su madre. Y es que me resulta de lo más curioso cómo una mujer que ha sido tan bella de joven, puede tornar en alguien que tan poco recuerda a esa belleza. No hay nada en la Ana de Inglaterra actual ni en Isabel II que puedan hacer sospechar que algún día fueron bellas. Y el caso es que lo fueron y bastante. Misterios de la realeza…
La otra cuestión se refiere a unas recientes declaraciones que ha realizado la princesa Ana con motivo de su cumpleaños a la BBC. En ellas viene a decir que no está de acuerdo con la “accesibilidad” que desde hace un tiempo viene mostrando la realeza para hacerse más cercanos. No la cree apropiada y razón no le falta, aunque sólo en parte. Está claro que la realeza debe conservar de cara al público cierta “magia”, que sólo se consigue con cierta “accesibilidad” pero no total. Se trata de mostrarse pero sin pasarse. Pero lo que Su Alteza Real no cuenta es que nadie de la realeza debe mostrarse como imagen de marca en anuncios publicitarios –como lo ha hecho su hija, la amazona Zara-, sobre todo si parte de su bienestar proviene del contribuyente. Y si es mejor no ser accesible en demasía, lo que no se puede hacer es vender la exclusiva de tu boda –como hizo su hijo Peter Phillips- cuando los asistentes a la misma son la Familia Real Inglesa al completo, mantenido por el contribuyente. Estos detalles sí que minan el prestigio de una monarquía y no el mostrarse más accesibles. Aunque se sabe que los ingleses llevan la monarquía corriendo por las venas y quizá la Princesa Real sabe que en el fondo la sociedad de su país les acaba perdonando casi todo.
¡Felicidades Alteza!

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