Las Infantas castizas

Infanta Elena of Spain accompanied by her cousin Maria Zurita, attending a bullfight in the 'Coliseo Balear' in Palma de Mallorca, Spain, on August 13, 2010. Photo by Almagro/ABACAPRESS.COM Photo via NewscomImage Hosted by ImageShack.us
¿Quién puede resistirse a comparar el cada vez mayor paralelismo que se da entre las vidas de las infantas Isabel Francisca de Borbón –apodada “La Chata- y Elena de Borbón? Sé que muchos han sido los que han hecho las comparaciones, pero sobre todo han estado basadas en su gusto por las fiestas populares españolas y, en particular, por los toros. No había verbena, festejo castizo, romería y corrida de toros en la que no se esperase la presencia de la hija de Isabel II. De ese gusto derivó su popularidad y el gran cariño que le tenía el pueblo, autor del popular apodo de “La Chata” por el que sería conocida para los restos.

Borbona por los cuatro costados como su antepasada, la Infanta Elena es quizás la más apegada a las tradiciones populares españolas de los hijos del Rey Juan Carlos I. Y en los últimos tiempos incluso su indumentaria le ha servido como apoyo a la fiesta popular nacional por antonomasia: los toros –ahora, objeto de controversia-. El apego a lo popular ha sido sin duda una de las características que más han definido a los Borbones españoles, de manera que a veces se ha empleado el término “Borbón/a” para destacar el rasgo de “campechanía” de ciertos integrantes de la Familia Real Española. Así, sin duda, se ha escuchado muchas veces decir que el Rey es “Borbón, Borbón”, para subrayar su carácter campechano. Y lo mismo de su hija, la Infanta Elena. Aunque la Duquesa de Lugo, como “La Chata”, mantiene un punto de soberbia que llegado el momento se transforma en ira y hace temible el posible enfado para el interlocutor que la presencia. Numerosos libros reflejan este tipo de momentos en el caso de “La Chata”, y respecto a Doña Elena, no hace demasiados días hemos tenido conocimiento de un incidente con fotógrafos en el que saltaron los “resortes “ del aguante real. Incluso de la Infanta Doña Pilar, hermana de Don Juan Carlos, existen registrados acontecimientos de estas características –y ella también es “Borbona Borbona”.

Pero dejando al margen el carácter y gusto, la propia vida personal de las infantas ofrece paralelismos sorprendentes si se las compara. Ambas fueron las primeras hijas de sus padres, los Reyes de España. En el caso de la Infanta Isabel, llegó a ser Princesa de Asturias, ya que nació siendo su madre Reina reinante y no tenía hermanos –y lo siguió siendo mientras su hermano, Alfonso XII, reinaba sin descendencia-. Doña Elena, por el contrario, nació Infanta, pues Don Juan Carlos no era Rey entonces, y cuando lo fue, ya había nacido Don Felipe.

Comparación especial merecen sus matrimonios. Isabel Francisca de Borbón contrajo matrimonio con su primo lejano Cayetano de Borbón, Conde de Girgenti. Ya sabemos que los casamientos de aquellas fechas eran, dicho vulgarmente, amañados, pero lo cierto es que Doña Isabel llegó a sentir amor por su esposo, si bien enviudó muy pronto, ya que el Conde se suicidó (padecía problemas mentales). Nunca volvió a casarse. Algo que no deseamos a Doña Elena, pues su divorcio reciente le ha llegado en una edad en la que aún puede rehacer su vida y estos tiempos no son los de “La Chata”. El matrimonio de la Infanta Elena con Jaime de Marichalar no creo que pudiera llamarse de conveniencia, pero sin duda tampoco puede calificarse como por amor. Al menos, la imágenes no lo mostraban. El paso de los años parece que sí lo trajo, y el matrimonio se mostraba ciertamente enamorado. Aunque el mismo amor que vino, se esfumó de nuevo y eso –no se sabe de qué manera influenciado por la enfermedad del Duque de Lugo- fue el principio del fin.

Para finalizar, una curiosidad: ¿cuántas veces hemos visto a la Infanta Doña Elena, cámara en mano, haciendo fotos a diestro y siniestro? Muchas, casi tantas como a la Reina Doña Sofía… La última de ellas en la boda de Victoria de Suecia. Pues un dato: es bien conocida la afición de “La Chata” por la fotografía. Hasta el punto de que las coleccionaba. Aunque las que verdaderamente le gustaban eran los retratos de sus familiares allegados, así como incluso tenía imágenes de sus perros. Algunas de las más bellas fotos de las Colecciones del Palacio Real pertenecían a “La Chata” y, además, algunos de los más bellos retratos de los fondos fotográficos provenientes de las colecciones reales están protagonizados por ella misma, desde su más tierna infancia.

¿Conocíais a “La Chata”? ¿Encontráis paralelismos entre ella y la Infanta Doña Elena? ¿Qué pensáis de ellas?

2 comentarios:

  Gapito

29 de septiembre de 2010, 17:46

Hombre, está claro que algún parecido tenía que tener con algún antepasado suyo. Todas las familias tienen a alguien que se parece a algún familiar lejano ya en el tiempo, y aquí, aunque no sea un parecido físico, le ha salido un parecido de carácter.
Lo de los parecidos físicos se lo dejamos a la Infanta Cristina y a la Infanta Eulalia de Borbón... que los lectores busquen fotos de esa infanta.

  Lourdes Gómez

8 de noviembre de 2010, 0:43

@Gapito

1FELICIDADES,de verdad, me encantan tus textos!

2No conocía a "La Chata" y me ha parecido super interesante, sobre todo desde el punto de vista de su descendiente, la Infanta Elena. En mi opinión, "Los Borbones" que más "molan" son los "borbones, borbones", como tú señalas en el texto, porque ese carácter ufano hace que nos sintamos más cerca de ellos. Quién puede olvidar a Don Juan Carlos diciendo: ¿Por qué no te callas?, a Chávez, o a la Infanta Elena llorando al ver a su hermano abanderar a España durante los Juegos Olímpicos? Estos gestos hacen que resulten entrañables, por lo que me imagino que con "La Chata" pasaría lo mismo. Esperemos que la Infanta Elena pueda rehacer su vida.
Por cierto, no quiero dejar de comentar la manera en la han caracterizado al Rey Don Juan Carlos en la miniserie "Felipe y Letizia", ya que no se si quizás han sido excesivos con respecto a lo que significa ser "campechano". Y me reía bastante cada vez que decía: "Cuántas veces os lo tengo que repetir, ¡España no es Mónaco!"
Buenísimo, jeje.




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