Otro Borbón incómodo


Recuerdo que hace unos años leí un libro del fallecido Juan Balansó, titulado algo así como Los Borbones Incómodos, en el que hacía un recorrido por algunos miembros de nuestra Familia Real y sus parientes, y que habíen resultado una “carga” en algunos sentidos para nuestra monarquía. Uno de ellos era Alfonso de Borbón, el fallecido Duque de Cádiz.


No puedo evitar acordarme de él cada vez que veo a su hijo Luis Alfonso con su familia, en los reportajes que aparecen en las revistas. Por ejemplo en la reciente con motivo del nacimiento de sus mellizos en Nueva York. Porque su vida y trabajo transcurre en Venezuela, entre los negocios y propiedades de su rico suegro; pero sus hijos son todos estadounidenses de nacimiento. Un seguro en toda regla.
La verdad es que este chico ha tenido bastante mala suerte en la vida y realmente creo que se merece la felicidad que ahora tiene –mucha desde que se casó con la rica heredera venezolana-, pero siempre pensé que era algo diferente a su padre y compruebo con el paso de los años que finalmente “entró en el juego”. Entró en el juego de todos los que rodearon a su padre, supuesto heredero al trono de Francia para unos cuantos galos monárquicos y de paso eterno aspirante al trono español, no sé por qué carambolas dinásticas.
Alfonso de Borbón Duque de Cádiz, fue una de las personas con la vida más infeliz que recuerdo haber leído. Infeliz mayormente por no haber aceptado nunca que no era un príncipe y que carecía de derechos dinásticos al trono de España tanto por la renuncia de su padre como por el matrimonio del mismo o del suyo propio. Aunque tampoco a él se le puede culpar de su carácter, pues no era más que el fruto de sus intrigantes padres: el Infante Don Jaime y la aristócrata italiana Emmanuela Dampierre.
Engolado, circunspecto y triste, el Duque de Cádiz encontró en la “corte” de Franco un lugar ideal en el que poder “sembrar” las semillas de sus aspiraciones principescas. Creyó realmente que su matrimonio con la nieta del Caudillo haría que éste lo eligiese a él para sucederle como Rey. Usó el título de Príncipe y el tratamiento de Alteza Real, y a ver quién era el guapo que en aquellos años no respetaba este tratamiento –concedido por Franco si no estoy mal informada- y por extensión el de su esposa e hijos. Sólo por aguantar todo esto, Don Juan Carlos y Doña Sofía merecen el trono que ostentan.
Tengo que decir que como “aficionada” a estos temas, recuerdo siempre al Duque de Cádiz como “acechando” y valga la expresión, resultando “incómodo” y a veces provocador. Y hablo de impresiones personales. Estos términos pueden aplicarse igualmente a su madre, la Señora Dampierre, quien no ha tenido el menor reparo en dejar entrever todo tipo de detalles “impertinentes” sobre miembros de nuestra Familia Real –muchos de los cuales no se pueden comprobar- que desde luego han llevado una vida más ejemplar que la suya.
Lo peor del caso es que esta forma de hablar, como de lanzar “indirectas”, este proceder descrito hasta ahora, parece haber sido heredado por Luis Alfonso y algunos de sus seguidores –al menos los españoles que tienen acceso a publicar en medios de comunicación-. Estos últimos vemos muchas veces como callan respuestas obvias haciendo parecer lo que no es, mal informan contando medias verdades y ponen el foco en lo poco importante frente a lo que realmente lo es. Como una traducción al presente de todo lo que rodeó al Duque de Cádiz. Una pena, cuando podría dedicarse a ser feliz con su linda familia y como un ciudadano más.

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